viernes, 12 de agosto de 2011

Sangre y Valores


Cuando comienzas a escribir, tu mente se suelta; comienzas a ver detalles en la vida cotidiana que son justos merecedores de tu labia y que de alguna forma ruegan por ser considerados como fuentes de inspiración.
Sucede desde tiempos inmemoriales, desde nuestros más antiguos antepasados, quienes  pintaban sus cavernas con pinturas hechas a base de flores y raíces, inspirados por los animales que los rodeaban, sus peligros, temores y amores.  Hasta las más actuales obras de arte, siendo estas últimas motivadas de igual forma que las más primitivas, aun que a veces más abstractas e incomprensibles.

Cuando estas con la “mente suelta” y con los dedos inspirados, todo te susurra de alguna manera. En mi caso, paso largos momentos del día observando a mi alrededor en busca de algo que motive mi naciente fibra de escritor, pero es increíble como la inspiración llega siempre de donde no lo esperas. Suceden cosas que te hacen un “clik”, que te dejan pasmado, que te mueven un nervio escondido, y es cuando dices ¡lo tengo! es hora de escribir.

Buscando un momento de relajo y distracción, me encontré con la siguiente frase:

“…fuiste criado en una familia de actores, por eso eres un buen actor; en cambio, yo fui criado en una familia de guerreros, por eso soy un buen guerrero. No le pidas a un guerrero que finja ser actor, pues no podrá; pero un actor siempre podrá fingir ser un guerrero…”

Palabras de Lord Eddard “Ned” Stark, de la serie Game of Thrones, creada por David Benioff y D.B Weiss y basada en el Best Seller “A Song of Ice and Fire”, del autor George R.R Martin, mientras se dirige a uno de los concejeros del rey, a la espera de su juicio.

Fue suficiente, esta frase llamo tanto mi atención que mi mente se encuentra desbordada de ideas y recuerdos. Hay cosas que se mezclan con tu estado emocional actual y te llevan en un viaje infinito. Solo sucede cuando estas abierto a despegar, cuando le das permiso a tus neuronas para dar un paseo por lo abstracto y lo intangible, esos recuerdos y experiencias que nos marcaron y nos han hecho ser quien somos, que quedan en un registro mental como tatuajes cerebrales…debo reconocer que me encanta divagar en estos confines.

Me refiero a continuación al tema medular, aquel que genera hoy mi motivación por convocar mis emociones y plasmarlas en estas raras formas curvas y rectas que llamamos alfabeto.

Existió en mi vida, y que por suerte para mí me acompaño desde que nací (no podría haber sido de otra forma), un ser humano de una grandeza y nobleza incomparables. Su nombre fue Jaime Díaz Lira, mi abuelo; un guerrero con todas sus letras y derechos.

Padre de trece hermosos hijos y esposo de una mujer a la que no alcancé a conocer por aquellos acares de la vida; vida que me trajo a este mundo semanas antes de su pronta partida, pero que me ha dejado como testimonio de su existencia hermosas historias a cerca de su amor por la vida y su aprecio por sus retoños. Me hubiese encantado haber podido estar en sus brazos, pero algún día nos reuniremos, en donde la vida no tiene tiempo, y sabrá de lo mucho que me acompaña día tras día, a pesar de no estar físicamente en mi vida.
Don Jaime, como le llamaban algunos, fue una persona muy humilde, trabajo duro para darle a sus trece hijos una educación digna, que les permitiera enfrentar la vida con más y mejores herramientas. Pasó gran parte de su vida siendo Tornero en la central Hidroeléctrica de Queltehues, en el Cajón del Maipo; lugar en donde vio nacer a muchos de sus hijos, entre los cuales se encuentra mi Madre.

Un poblado muy modesto, pero lleno de belleza. La vida me ha regalado la oportunidad de pasar por aquel lugar, tan lleno de memorias de mi casta, tanto por mi amor por la escalada como por viajes familiares. Los Díaz somos muy aclanados, y fue sin duda aquel lugar donde nació toda esta magia.

Un trabajo humilde, trece hijos que alimentar y educar, y dios sabe cuantas otras cosas que resolver y tolerar, sin duda no hicieron la vida de mi gran antecesor fácil. Pero fue un guerrero, a su manera, pero lo fue; educo a sus hijos y hoy puedo decir con orgullo que cuento con una familia hermosa, que como todas tiene sus diferencias, pero que sin duda está unida por un legado que trasciende todo problema personal y fugaz… el recuerdo de Don Jaime.

Esta lucha por la vida y la guerra a las adversidades, son cosas que trascienden, son cosas que no solo se inculcan en la educación, sino que estoy seguro que quedan guardadas en alguna parte de tu código genético. Esa sangre de guerrero, esa fuerza para salir adelante pase lo que pase, de cargar mochilas pesadas, grandes responsabilidades, es sin duda un legado que corre por la sangre de todo descendiente de este tremendo hombre.

Le debo mis ideales biológicos a Don Jaime, mi tata, y que con orgullo presento a vosotros, como dije anteriormente, como un tatuaje tatuado en mi corazón.

Pero Don Jaime no solo tenía sangre de guerrero, también supo inculcar una visión de exitismo poderosa en muchos de sus trece hijos. Se forma así una mezcla poderosa, no se trata solo de que corra sangre guerrera por tus venas, sino que se mezcla con la enseñanza de la nobleza. Es un maridaje perfecto, valentía mas nobleza, amor mas respeto. Esta mixtura de ideales y genes ha sido parte fundamental de mi desarrollo personal, pues en quien fuese mi formadora y educadora, incondicional amante y consoladora,  estos ideales han sido un eje fundamental a la hora de criar a sus hijos, los nietos de Don Jaime; hablo de mi Madre y sus cuatro cachorros.

En una vida que no ha estado ajena a los mismos pesares por los que tuvo que pasar Don Jaime, mi madre ha luchado con la armadura puesta, con una espada fina y elegante contra todo aquel peligro que hubiese asechado la vida de sus polluelos. Al igual que Don Jaime, saco ese coraje, ese aprecio por la vida y la felicidad, y entendió perfectamente la fórmula del éxito, la unión de la valentía y la nobleza, el amor por sus hijos y la devoción por la familia.

Son cosas fundamentales, no importa lo dura que te pueda haber tocado la vida, a mis veinticinco años soy capaz de comprender que con un espíritu de guerrero, humilde y noble, no existirá adversario que pueda contigo, la vida costara…obvio, la vida no será fácil…¿Quién dijo que lo sería?, la vida no te regalará nada…¿Quién nació para ser obsequiado eternamente? En fin, la vida será la vida siempre, y dependerá de tus valores e ideales como te enfrentes ante ella. ¿Como un actor, que finge tener todo bajo control, o como un guerrero, que entiende sus falencias y trasciende el fuego con su armadura de nobleza?

Nací en una familia modesta, que ha pasado por altos muy altos y bajos muy bajos, hemos tenido que luchar todos contra los embates de los malos momentos, pero siempre unidos, como un solo cuerpo ganándole a la corriente.

Hasta mis diez años de edad viví con tres mujeres a mi alrededor, mis dos hermosas hermanas y mi madre. Hasta aquel entonces se me inculco en lo mas profundo de mis valores que las  mujeres eran y serán una flor, y que se les debe un respeto único y exclusivo. Recuerdo una vez que en una de nuestras infinitas peleas de hermanos, con mi hermana mas próxima nos pusimos los guantes y nos comenzamos a acariciar con golpes y patadas, habré tenido unos once años y fue la primera vez que me sentí superior a mi hermana, pues al ser mayor que yo siempre me toco salir de perdedor en nuestros encuentros epistolares; aquella vez fui el gallo más fuerte, gane la batalla pero no la guerra, aun faltaba el decreto supremo de la reina, mi Madre. ¿Para qué entrar en detalles?, pero me dejo muy en claro que no importa el motivo, no importa quien tenga o no tenga la culpa, a las mujeres no se les golpea. Salí perdiendo luego de mi gran batalla, por fin me erguía por sobre la adversidad de ser el hermano menor, era como un sueño, pero logrado sin nobleza. Madre, el tiempo una vez más te ha dado la razón, y aquella vez hace ya tantos años en la que me enseñaste lo que era el respeto hacia una mujer no se me ha olvidado nunca. Ya no hablo de golpes, claro, esa es una historia de la niñez, hablo de valores, del respeto, hablo de la importancia de nuestros pequeños episodios en la vida que para algunos pasan desapercibidos, pero que para otros dejan una marca imborrable de sabiduría y poder, y que tarde o temprano, cuando llegue el momento, funcionara como una espada forjada en valores.

Me acerco a la parte más fundamental de mi relato, me acerco al epilogo de mis andares inconscientes y mi encuentro con mis recuerdos.

No somos quien se nos educó en el colegio, no somos quienes queremos ser, o en gran parte sí, pero existe una gran responsabilidad, que es sabida por todos pero no valorada por todos. Es digno de pensares y divagares mentales el estudiar los valores que se nos han inculcado desde que fuimos pequeños. Doy gracias a quien sea que haya creado este universo por haber nacido en una familia que me ha educado para ser un guerrero, que me ha enseñado a sobreponerme frente a cualquier adversidad, con nobleza y respeto. Doy gracias por haber sido bendecido con valores tan poderosos como es el amor por la familia y mis hermanos. Agradezco infinitamente el legado que dejo mi gran tótem Don Jaime Díaz Lira y sus enseñanzas a cerca de la valentía y la voluntad para sobreponerse ante las adversidades cuando todo podría ser negro. Agradezco los valores que mi madre con tanta paciencia y tolerancia ha inculcado en mi, pues me han hecho ser una persona que ama la vida y que la respeta por sobre cualquier cosa, que ama a su familia y sus integrantes. Agradezco por sobre todo que me hayan enseñado a amar como un caballero, como un guerrero, amar ante todo, luchar por lo que uno quiere y respetarlo y cuidarlo como un tesoro.

Siento un orgullo tremendo de poder gritarle al mundo que no soy un actor que intenta pasar por esta vida creyendo ser un guerrero, sino que me siento hoy, más que nunca en mi vida, una persona con una capacidad de lucha incansable e interminable, la vida no me la ha puesto fácil, pero estoy bien preparado, me crie con guerreros, ¿Qué mas podría ser?

De paternidad no se mucho, pero algún día me tocara a mi enseñarle a una nueva vida los bellos valores que se me han obsequiado como testimonio de una familia hermosa, he visto lo que ha hecho mi hermana con mi hermosa sobrina, que hoy es la luz de mi camino; al igual que yo, ella ha sido una luchadora, una guerrera y hoy la vida la ha premiado con una hermosa hija a quien amar y entregar todo lo que se nos fue dejado como herencia, la más noble de las herencias…saber amar.

Dedico estas palabras con especial emoción y cariño a mi hermosa familia, tíos, hermanas y me pequeño y amado hermano que es mi más gran preocupación en la vida, a mi hermosa madre, a mis primos (como no quererlos) y a todo ser que se haya acercado a mi vida en busca de un poquito de esto que es lo mejor que se entregar…cariño y amor.

Y dedico estas líneas especialmente a Don Jaime Díaz Lira, que me espera en alguna parte del universo para seguir enseñándome las bellas cosas de vivir, contándome sus increíbles historias y haciéndome los juguetes más modestos pero más bellos que jamás soñé.

Con cariño… el Walo

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